En ocasiones nos vemos en la obligación o la necesidad de trabajar con números enormemente grandes o increíblemente pequeños. Cuando hablamos de distancias astronómicas (por ejemplo la distancia Tierra-Sol, el radio del planeta Tierra, la distancia entre nuestra galaxia y nuestra vecina Andrómeda, etc.) empleamos cifras que desbordan las magnitudes de nuestro día a día. Justo en el extremo contrario, al hablar del tamaño de una célula, de magnitudes atómicas o, incluso yendo más allá, de partículas subatómicas, aparecen valores muy por debajo de las dimensiones a las que estamos habituados. No solo supone un problema de abstracción, sino también de un serio inconveniente a la hora de realizar operaciones y cálculos que involucren ese tipo de cantidades. Pensemos en no hace demasiadas décadas cuando los ordenadores o calculadoras no tenían la capacidad y la potencia actuales. Peor aún, imaginemos la complejidad de realizar cálculos en situaciones muy delicadas (por ejempl...